Los Veteranos de la ningunaguerra

En 1985 escribí esto, fragmento de un intento de poema de mayor extensión:

Tan sólo me encontré perdido en un tablero de absurdas diagonales

en donde los más descomprometidos ,livianos y banales

se disfrazaban de mí mismo y festejaban

un triunfo por el que no habían luchado.

Y yo era el derrotado.

Sabía que alguna vez podría exponerlo libre de todo resentimiento y en función de una explicación útil en dónde encontraría multitudes de “identificados”. Hoy hartan menos (porque estamos más viejos) las falsas chapas de luchadores. Pero igual joden, sobre todo cuando se usan para habilitar posiciones reaccionarias y antipopulares yéndola de veteranos de guerras tan falsas como supuestas.

Vuelvo al pasado, pero un poco más cercano, 1994. Este es un fraghmento de “Salven a Clark Kent…Exhortaciones ante lamuerte del periodismo” que publiqué en 2005. El personaje soldado es fácil de reconcer, ya no lucha contra el menemismo pero tiene la casa llena de medallas. Digo yo.

 

 

Menem iba por la reelección.

 

Quería que la novia se entregara por derecho tanto como por deseo. Así fue que abrió la calle de su derrotero histórico pavimentándola con una nueva constitución, obra civil que además de lo obvio tradujo las necesidades de los grupos que tanto lo soliviantaban como lo empujaban hacia el futuro.

 

El gesto llevó a las puertas del delirio cualquier vindicación posible de la Constitución del 49, la última base jurídica legítima incontrastable que había sido derogada y reemplazada con amputaciones por un mamarracho.

 

Durante 28 años esa macilenta Carta Magna, la de 1956, sirvió tanto para toda variedad de atropellos al derecho político como para la perpetración de la mayor enajenación económica de la historia, sólo superada por la que vendría después de su reforma. Apenas algunos de los derechos del trabajador se habían salvado de la demolición constitucional comprimidos en ese 14 bis tan obsequiado por los juristas.

 

Había en 1994 entonces, un propicio momento para mirar hacia atrás como quien busca el porvenir.


Pero no. Había en los medios otras necesidades.

 

Ernesto fue destacado en la convención constituyente por el diario. Era joven. En realidad hoy uno lo ve y siente que siempre fue joven, que lo seguirá siendo indefinidamente. Versión desangelada de Hughes Grant  la televisión le otorga patente de transgresor acomodados a las formas requeridas por las nuevas expectaciones y por el nuevo público. Un público que aplaude de corazón la música de la insolencia sin entender casi nada de la letra.

 

Esa tarde de invierno santafesino, en un bar a doscientos metros del paraninfo de la Universidad del Litoral, las cavilaciones de Ernesto navegaban otras honduras distintas de las que podría provocar la historia que se estaba cerrando bajo los pies de los argentinos.

 

Vio a Alberto garrapateando notas sobre un informe de prensa surgido de las oficinas dispuestas en torno al gran circo convencional. Se acercó con aires livianos altamente contrastantes con la sombría y contracturada actitud del otro.

 

Porque Alberto estaba viejo, arrasado, trasegado por los tiempos de resistir, y se refugiaba automáticamente en lo que estos tipos llamaban rigurosidad. Ratas de hemeroteca, viviseccionadores de documentos, rastreadores de incomprensibles insignificancias invendibles cuya trascendencia estaba más en manos de los historiadores que de los jefes de redacción y los dueños de los medios. Ernesto sabía que Alberto era de esos. Un loser  a todas luces y sombras.

 

Alberto Sombras hurgaba papeles en su maletín raído mientras se retorcía frente a la barra de ese revivido café santafecino. Ernesto lo saludó con la displicencia que, parece ser, es la apariencia imprescindible del periodista, una pizca de detective de novela negra y un dejillo de asomada bohemia. Algo que en suma tiende a decir: detrás de este pibe de aspecto difuso, se esconde mucho más de lo que puede advertirse a primera vista.

 

Alberto Luces chispeó – ¿Y nene….llegaste a leer lo de la Constitución de 1826? –

 

Asomaron las paletas separadas más sobre el labio inferior que de costumbre, casi como enjugando saliva en fuga.

 

-No – dijo terminando de descubrirse hasta la encías – se me ocurrió una nota sobre las barrigas de los constituyentes. Formas de abdomen que pueden insinuar abundancia o descuido, algo de más color. ¿Viste que la panza y lo burgués y el mal gusto funcionan en paralelo? Bueno…me iluminó. Tiré la idea y en la redacción les pareció excelente.-

 

Alberto Luces y Sombras tardó en reaccionar.

 

Tardó como quince años.

 

Tanto tardó, que ya era tarde.

 

Me pareció mejor traer esta vieja bronca, gastada y sin filo, que dejar que me gane una nueva, mejor destinada para los verdaderos enemigos.

 

Esta entrada fue publicada el Lunes, 24 de Agosto de 2009 a las 16:40